Por: Marcos Daniel Pineda García.
Después de año y medio de estar escuchando los reportes estadísticos de la pandemia en Montería, hacerle seguimiento a la situación a través de los medios de comunicación, y pese a haber padecido la enfermedad en carne propia, terminamos acostumbrándonos a esta penosa realidad.
Sin embargo, al remitirme 12 años atrás, cuando al llegar a la Alcaldía por primera vez y encontrar un sistema de salud totalmente colapsado e inviable, me es inevitable reflexionar acerca de lo que habría ocurrido en la ciudad, si el Covid 19 hubiese llegado en aquella época.
Pienso en los miles de monterianos que antes de 2008, año en el que dimos inicio a la intervención, reestructuración y reconstrucción total del entonces Camu El Amparo, fueron víctimas de los nefastos paseos de la muerte, esos en los que ante cualquier urgencia eran enviados de un puesto de salud a otro, obligados a atravesar la ciudad para ser atendidos. Muchos no lo lograban.
Imagino cómo sería para un ciudadano de a pie, llegar con un cuadro febril, dolor en los huesos y luchando para que cada suspiro no sea el último, pero que en lugar de contar con una cama limpia, equipos y medicamentos adecuados, instalaciones en excelente estado y personal de la salud motivado, se viera arrojado en una camilla oxidada, con la colchoneta rota, manchada y húmeda, con nada más que su voluntad de vivir para mantenerse en este mundo y algún médico o enfermera al que le adeudasen más de 3 meses de salario, tratando de ayudar con las uñas, sin tapaboca, guantes o bata, atendiendo, de forma simultánea, a miles de enfermos en estado crítico.
Qué decir del proceso de vacunación, cuando hoy contamos con una red hospitalaria, que en 2019 fue catalogada como la mejor de primer nivel en el país, con hospitales como La Gloria, El Amparo y La Granja, que, entre otros puntos estratégicos, han sido excelentes centros masivos de inmunización.
Esto ha permitido que a la fecha hayan sido aplicadas alrededor de 200.000 dosis de diferentes vacunas, lo cual dudo se hubiera logrado en los arruinados puestos de salud que encontramos en ese momento en los barrios y corregimientos, sin mencionar la debacle logística profundizada por la negligencia administrativa y la corrupción que rondaba en el pasado.
Hoy lloramos la pérdida irreparable de casi 1.700 monterianos, pero agradecemos la recuperación de más de 50.000, mientras nuestro personal de la salud y la ciudadanía en general, siguen dando la lucha contra una tragedia que pudo ser inmensamente peor, donde un cambio en el pasado nos ha salvado hasta ahora de un presente aterrador.
La crisis que atravesamos es un mensaje claro a los actuales y futuros gobernantes de todo el país, y es que con los recursos de la salud no se puede ni se debe jugar. Muestra de ello es el contraste entre la E.S.E. Vida Sinú y el Hospital San Jerónimo, que valga aclarar es de manejo departamental y al que la pandemia encontró, como se dice coloquialmente, con los ‘calzones abajo’, en medio de una intervención administrativa, cuando más lo necesitábamos.
No caigan en el error de destruir lo construido y tampoco darle continuidad a los errores históricos, que han atrasado la calidad en la prestación del servicio de salud, no solo de Montería sino de muchos municipios del departamento, que hoy aún lo padecen. Nunca el interés político debe sobrepasar la misión de trabajar siempre pensando en el bienestar general.
A Dios gracias, la pandemia fue 12 años después.