¿QUÉ ES LA COMISIÓN DE LA VERDAD?

Por: Eduardo Padilla Hernández, profesor de derecho ambiental.

Desde noviembre de 2018, cuando un grupo de investigadores iniciaron este proyecto, la Comisión visitó los 32 departamentos del país y habló con colombianos exiliados en 23 países para escuchar a 28.562 personas mediante 14.928 entrevistas individuales y colectivas.

Al evento del histórico Informe Final de la Comisión de la Verdad no asistió el presidente Iván Duque. En cambio, asistieron Gustavo Petro, presidente electo y Francia Márquez, vicepresidenta elegida.

Acerca de este tema, me gusta esta definición de Félix de Bedout: “La Comisión de la Verdad no tuvo un propósito judicial, no fue creada para establecer condenas, no tenía funciones punitivas; trabajó para hacer un completo relato de la violencia y recomendar cómo superarla”.

Después de esta aclaración de Bedout, yo entiendo que La Comisión de la Verdad entrevistó a una nube de testigos, una serie de víctimas que hablaron de su horrible experiencia que adquirieron contra su voluntad en la guerra fratricida, donde las armas del Estado y fuera del Estado cegaron la vida de hombres, mujeres, niños, niñas y adolescentes. Incluso bebés que estaban todavía en el vientre de sus madres no pudieron ver la luz, porque sin tener idea de lo que estaba ocurriendo, ellos también fueron mártires del genocidio generado por la estulticia que produce el excesivo amor al poder y al dinero.

El monstruo de la violencia ha acechado al pueblo colombiano durante más de 200 años.
Este fantasma de la hostilidad que se ha paseado como Pedro por su casa por todo el territorio nacional, ha llenado los corazones de pánico, dolor, llanto, luto, y ha extendido sobre el pueblo colombiano un manto de pobreza.

Todo este entramado de iniquidad se divide en cinco componentes:
1. Asesinato de campesinos.
2. personas desaparecidas.
3. Personas secuestradas.
4. Asesinato de líderes sociales.
5. Desplazamiento forzado (campesinos despojados, desalojados y desterrados de su espacio de trabajo).

La Comisión de la verdad se define a sí misma como “el esclarecimiento de la Verdad de Colombia mediante un gran aparato diseñado para escuchar a quienes vivieron el conflicto armado de manera directa. Su método fundamental, de hecho, fue escuchar; en esa medida, puede decirse que el Informe final representa su voz. Precisamente, la escucha de un testimonio de guerra es un proceso social y, a la vez, un acto que va desde lo personal: un individuo escucha a otro. Esto puede tener un requerimiento técnico, pues durante una entrevista quien investiga usa determinados protocolos para recolectar información y así clasifica lo que se dice. La escucha de un testimonio de guerra también alcanza una dimensión social cuando una comunidad reconoce en lo relatado el dolor sentido o infligido por otro”.

La Comisión estima que entre 1985 y 2018 fueron asesinadas 800 mil personas por el conflicto.

La JEP dice que existieron 6.402 personas asesinadas en falsos positivos, pero la Comisión afirmó que esa cifra se eleva a 8.208 ejecuciones.
Según el consolidado, los grupos paramilitares fueron los que más víctimas provocaron.
La extinta guerrilla Farc fue el segundo actor más violento.
El génesis de la violencia data de 1.492, cuando un ejército sanguinario, con su sed insaciable de oro, descendió de unos galeones y sus botas opresoras pisaron lo que hoy es territorio americano.

Esta extraña hueste de maldad vino con tres objetivos específicos: Robar, destruir y matar.
Ese violento legado fue transferido a las futuras generaciones del nuevo continente.
Cuando América se dividió en diversos países, sus pueblos pusieron en práctica lo aprendido: Conflictos internos y guerras entre naciones.
En Colombia, la élite hizo que se enfrentara el pueblo liberal contra el pueblo conservador, como si se tratara de una riña de gallos o de un juego de ajedrez.
Luego los descendientes de la élite siguieron el ejemplo de sus padres e hicieron que se enfrentara de nuevo el pueblo contra el mismo pueblo: Ejército oficial y paramilitares contra la guerrilla.

Los burócratas, desde sus escritorios, se limitan a dar órdenes. Ellos, sus hijos y sus nietos jamás van a la guerra. Por eso nunca han salido lastimados.
Y así, el pueblo seguía cayendo en la trampa del fraccionamiento social, hasta que un día ese montón de polvo anónimo que estaba en la oscuridad quitó el velo de sus ojos y vio que los “poderosos” habían dividido a Colombia en dos partes iguales, porque el lema de la élite dice: “Divide y reinarás”.
Ahora, gracias a Dios, sólo existe una sola Colombia.
La mesa de Colombia estaba coja, pues sólo contaba con tres patas: Saqueo, destrucción y muerte.

A partir de ahora, entre todos, vamos a construir una nueva mesa. Sus cuatro patas son: Salud, prosperidad, amor y justicia social.

Salud: “La sociedad debe emprender la sustitución tranquila de un sistema de salud que la convirtió en negocio”, en detrimento de las comunidades menos favorecidas.
Prosperidad: Este principio incluye reparación a víctimas, restitución de tierras, conocimiento y crédito barato, con lo cual se activará el talento característico de cada colombiano, en los sectores agropecuario, comercial, industrial, bancario, entre otros. Este engranaje generará producción a gran escala, para el consumo interno y para las exportaciones. Este es el fundamento de la paz, lo demás es añadidura.

Amor: En este principio ya no es mataos los unos a los otros, sino amaos los unos a los otros.
Justicia Social: Es el resumen de los tres principios anteriores.

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