Por: Eduardo Padilla Hernández, presidente Asociación Colombiana de Veedurías Ciudadanas (Aso-Red).
Desde 1987 la ciencia sabe que lo que tú oyes, hablas y crees, son factores determinantes para tu salud o para tu enfermedad. A estos conceptos los científicos les llaman efecto placebo (curativo) y efecto nocebo (patológico).
El efecto placebo es la modificación fisiológicamente demostrable que se produce en el organismo como resultado del estímulo psicológico inducido.
Por ejemplo, una sustancia que carece de acción curativa produce un efecto terapéutico si el enfermo la toma convencido de que es un medicamento realmente eficaz.
A los hipocondríacos el médico le receta placebos en muchas ocasiones, porque el galeno sabe que la fe del enfermo en el medicamento y en el médico da lugar al efecto placebo. A este efecto, la religión le llama milagro.
Ahora vamos a ver el factor contrario; el efecto nocebo: Situación en la que un paciente presenta los posibles efectos secundarios o síntomas que produce un medicamento o tratamiento sólo porque el paciente cree que pueden ocurrir. A este efecto, la tradición oral le llama maleficio.
Los exosomas son burbujas microscópicas extracelulares. Estas esferas diminutas tienen una estructura de membrana lipídica y están recubiertas internamente con proteínas micro ARN (El ácido ribonucleico (ARN) es una molécula similar a la del ADN).
Los exosomas son un medio para la comunicación celular y el transporte macromolecular intercelular. Los exosomas juegan un papel importante en la transmisión de proteínas, lípidos, ARN y ADN.
Los exosomas son células obedientes: Ellas trabajan en armonía con lo que tú oyes y con lo que tú crees. Si declaras que estás enfermo, ellas te enferman; pero si expresas y crees que estás sano, ellas te mantienen sano. Es decir, estas células son portadoras de enfermedades o son portadoras de medicamentos; depende de lo que tú oigas, hables y creas.
Los exosomas son portadores naturales de medicamentos específicos. Pueden proteger las sustancias cubiertas y dirigirse a células o tejidos específicos. Todo esto los convierte en un sistema de entrega muy bien dirigido.
740 años antes de Cristo, ya las personas le daban órdenes a sus exosomas, diciendo: “Todos fuimos sanados” (Isaías 53:5). En el siglo x antes de Cristo, ya el rey David tenía conocimiento de este tema; él Dijo: “No sentiré terror por la pestilencia ni por la mortandad. Caerán a mi izquierda mil y a mi diestra diez mil. No me sobrevendrá mal ni plaga tocará mi morada” (Salmo 91).
Existe una élite infame que posee este conocimiento, y lo está usando como un experimento global.
El coronavirus, que de manera inofensiva, ha permanecido durante millones de años en el cuerpo humano y que ha servido para mantener las defensas altas, ahora, a consecuencia de la propaganda, que dicha élite emite por todos los medios acerca del Covid-19, la gente se aterroriza, y en ese estado de turbación, le ordena a los exosomas que conviertan a este patógeno inocuo en un virus letal.
Mi versión de este asunto no es una teoría conspirativa, pues se trata de un conocimiento científico que viene circulando desde el siglo XVIII.
Ahora vamos a ver la parte legal y profética de toda esta maquinación:
“Nadie podrá comprar ni vender, sino el que tuviere la marca de la bestia”, el carnet de vacunación (Apocalipsis 13:17).
Lo que la gente no sabe es que la bestia está constriñendo a los ciudadanos, y el constreñimiento está prohibido; hay dos acuerdos: El de Núremberg de 1947 y el Tratado de Bio-ética de 2005. En ambos acuerdos dice que nadie puede obligarte a seguir ningún tratamiento ni meter nada en tu cuerpo sin tu consentimiento y sin perjuicio para la persona que se niega, esto significa que tu niño puede ir al colegio sin vacunarse y tú puedes viajar, comprar y vender sin vacunarte.
El presidente de Bolivia. Luis Arce, dijo, que respetando los derechos de los bolivianos, en su país la vacunación es de carácter voluntario, porque es una decisión personal individual.
Por su parte, el Consejo de Europa (CDE), principal organización mundial de derechos humanos, en días pasado expidió una resolución que prohíbe a los Estados miembros la obligatoriedad de la vacunación contra el coronavirus, que pueda utilizarse para discriminar a los trabajadores o a cualquier persona que no se vacune.
El Artículo 182 del Código Penal Colombiano dice: “El que constriña a otro a hacer, tolerar u omitir alguna cosa, incurrirá en una condena de dieciséis (16) a treinta y seis (36) meses de prisión”.
Entonces, pues, queda bien claro que, con estas herramientas legales ya no pueden obligarnos a vacunarnos. Hagamos respetar nuestros derechos.
Pero recuerda lo que dijo Pablo de Tarso de Sicilia: “Oí y creí, por lo cual hablé” (2 Corintios 4:13). Mucho cuidado con lo que oyes, crees y hablas, pues La salud y la enfermedad, no dependen del confinamiento ni del tapaboca, sino del poder de tu lengua (Proverbios 18:21).