LO QUE AFIRMA UN CIENTÍFICO AUSTRÍACO ACERCA DE LOS INDÍGENAS COLOMBIANOS

 

Por: Guillermo Villalobos Ramos, diplomado en Educación Religiosa Escolar, UPB. Investigador de Teología Paulina CEG.

Un gran sector mayoritario del pueblo colombiano se pregunta: ¿Por qué el Estado quiere eliminar a los indígenas colombianos, tal como lo hizo Estados Unidos con sus nativos? El último de ellos fue el apache Jerónimo, que murió en una cárcel estatal de ese país.

La respuesta es sencilla: Porque los “políticos” no tienen conocimiento. Por esta razón ellos se destruirán entre sí, como sucedió con la Unión Soviética. Es obvio que el mango maduro que aún cuelga del árbol, como un ahorcado suicida, tiene tres opciones: Se lo comen los pájaros, cae por gravedad o el dueño lo golpea con una vara y desparrama. Los antiguos asociaban la palabra de Dios con una vara.

Cuando uno estudia al antropólogo y etnólogo Reicher Dolmatof, de inmediato se da cuenta que los “políticos”, en su afán de lucro y de poder, no edificaron a Colombia, como quería Bolívar, sobre el fundamento de la ciencia, sino que la construyeron sobre el cimiento artificial y doloso de la corrupción.

Gerardo Reichel-Dolmatoff (Salzburgo, Austria 1912 — Bogotá, Colombia 1994) fue un antropólogo y arqueólogo colombo – austríaco, nacido en Salzburgo el 6 de marzo de 1912 en lo que era entonces el Imperio Astro-Húngaro. Reconocido por ser pionero de la antropología y arqueología colombiana. Se destacó en el trabajo de campo etnográfico entre comunidades indígenas y campesinos, como investigador de la prehistoria colombiana y como profesor universitario. Su obra científica fue reconocida por sus aportes no solo a la antropología y ciencias sociales, sino a la investigación y valoración del pasado y presente de las culturas y pueblos de Colombia.

Dolmatof revela algo fundamental que, a partir de ahora, debemos de tener muy en cuenta. ÉL dice que «Hoy debo destacar que, desde comienzos de la década de los cuarenta, para mí fue un verdadero privilegio convivir y tratar de comprender en profundidad algunos grupos indígenas. Pude constatar entre ellos ciertas estructuras mentales y sistemas de valores, que parecían salirse por completo de las tipologías y categorías de la Antropología de entonces. No encontré al «buen salvaje» ni tampoco al así llamado «primitivo». No encontré aquel indio degenerado y embrutecido ni mucho menos aquel ser inferior por entonces descrito generalmente por gobernantes, misioneros, historiadores, políticos y literatos. Lo que si encontré fue un mundo de una filosofía tan coherente, de una moral tan elevada, una organización social y política de gran complejidad, un manejo acertado del medio ambiente con base en conocimientos bien fundados. En efecto, vi que las culturas indígenas ofrecían opciones insospechadas; que ofrecían estrategias de desarrollo cultural que simplemente no podemos ignorar, porque contienen soluciones válidas y aplicables a una variedad de problemas humanos. Todo aquello hizo crecer más y más mi admiración por la dignidad, la inteligencia y sabiduría de estos aborígenes, quienes no por último han desarrollado sorprendentes dinámicas y formas de resistencia, gracias a las cuales la llamada «civilización» no ha podido exterminarlos.
Yo he tratado de contribuir a la recuperación de la dignidad del indio, esta dignidad que desde la llegada de los españoles se le ha negado; en efecto, durante quinientos años ha habido una abierta tendencia a difamar y a tratar de ignorar la experiencia milenaria de la población de todo un continente. Pero la humanidad es una sola; la inteligencia humana es un don tan precioso que no se le puede despreciar en ninguna parte del mundo y el país está en mora de reconocer la gran capacidad intelectual de los indígenas y sus grandes logros gracias a sus sistemas cognoscitivos, los cuales no pierden validez por el mero hecho de no ajustarse a la lógica del pensamiento occidental.
Espero que mis conceptualizaciones y trabajos hayan tenido cierta influencia más allá del círculo antropológico. Tal vez soy demasiado optimista, pero me parece que los antropólogos de viejas y nuevas generaciones, según su época y el cambiante papel de la Ciencias Sociales, hemos contribuido a ir develando nuevas dimensiones del Hombre Colombiano y de la nacionalidad. También confío que nuestra labor antropológica constituye un aporte a las propias comunidades indígenas, en su persistente esfuerzo de lograr el respeto, en el más amplio sentido de la palabra, que les corresponde dentro de la sociedad colombiana. Yo creo que el país debe realzar la herencia indígena y garantizar plenamente la supervivencia de los actuales grupos étnicos. Creo que el país debe estar orgulloso de ser mestizo. No pienso que se pueda avanzar hacia el futuro sin afirmarse en el conocimiento de la propia historia milenaria, ni pasando por alto qué sucedió con el indio y con el negro no solo en la Conquista y la Colonia, sino también en la República y hasta el presente.
Son estas, en fin, algunas de las ideas que me han guiado a través de casi medio siglo. Ellas han dado sentido a mi vida».
Después de conocer el concepto científico y humanitario de Dolmatof, es importante que este pueblo colombiano que ha despertado de su letargo de siglos, y que ahora está dispuesto a cambiar las cosas, lo haga teniendo en cuenta las dos columnas de la identidad nacional: Ciencia tangible y ciencia intangible.
Ciencia tangible (trabajar): Este hardware es el conjunto de elementos físicos o materiales que permiten realizar una actividad física o intelectual, en general de forma continuada, y recibir un salario por ello.
2. Ciencia intangible (amar). Este Software es un conjunto de programas y rutinas que le permiten al hombre realizar sus tareas con amor. El que ama no roba, no mata, no traiciona, no odia, no lastima a su prójimo, no adultera las cosas, no vulnera los derechos, sino que respeta a los demás.
La práctica ha demostrado que los gobernantes presumen de ser cristianos, pero en la práctica no lo son, pues el mismo Dios los conmina, según Isaías 29:13-20, diciendo: “Con sus labios me honran, pero su corazón está lejos de mí”. “Por eso el violento, el encarecedor y todo el que se desvela para hacer iniquidad será destruido”. “En aquel tiempo los sordos oirán mis palabras, y los ojos de los ciegos verán en medio de las tinieblas; entonces los humildes crecerán en gracia, y aún a los más pobres gozarán de todas mis bendiciones”.

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