Alguna vez en una animada reunión de la gobernanza, o elite de Barranquilla, para otros, entre whiskys y risas, comentaban con asombro la contratación del cantante Juan Luis Guerra y su orquesta a un costo de $800 millones para actuar en la coronación de la reina del carnaval 2014 María Margarita Diazgranados Gerlein (por cierto actual directora de proyectos de Valorcon S.A desde octubre de 2015, un regalo generoso de Julio Gerlein Echeverría, su abuelo y dueño de esa empresa de construcción y padre de la también reina del Carnaval Margarita Gerlein), pues tres de las grandes pasiones de esta familia son los contratos de obras públicas, las reinas de carnaval y el ejercicio muy particular de la política.
Las risas sobre el generoso regalo musical para la velada de coronación daban cuenta que tal estrambótica cantidad de dinero para Julito, o “Peneco”, para sus amigos de infancia, lo pagaba con 800 metros de bordillos de algunas de sus múltiples obras diseminadas a lo largo y ancho de todo el país, pues si algo conoce el ingeniero Gerlein, y en ese sentido ha sido uno de los precursores indudables en estas lides de obras públicas, es que teniendo poder político a la mano surgen en contraprestación los contratos con las diversas instancias del estado.
Pero fue mucho más allá. Mientras la costumbre hace más de medio siglo era que los senadores usaban a los contratistas para delimitar ganancias y cupos en el aparataje del estado, Julio Gerlein, con la aquiescencia de su hermano Roberto, descubrió todo lo contrario. Que era el contratista quien debía colocaba al senador y este le respondía en sus pedidos y encomiendas.
Así pasó y fue una de las causas –no confesadas, por supuesto- por las que Roberto Gerlein, con aparente talla presidencial, se fuera lentamente difuminando hasta su pálida retirada para darle paso a Aida Merlano, querida de su hermano ingeniero, que ahora se atrevía a asumir todos los procesos aunados a un ingrediente peligroso para un personaje de tan rancios abolengos sociales barranquilleros: el erótico, el enamoramiento de la discípula pérfida de los barrios de extramuros, hija de mochileros de su causa, que sube con la velocidad de un cohete a la dignidad de senadora de la república.
Ese fue el acabose en su reputación, aunque esto último le sabe a casabe, es decir a nada, pues en su papel de reyezuelo absoluto de un proyecto de ciudad provinciana y feudal, el prestigio verdadero lo dan las cuentas bancarias y el poder de manipulación a diversas instancias del estado tal si fueran subalternos o sirvientes suyos. Tan es así que cuando los periodistas lo inquirían saliendo de una de las sedes de la fiscalía por al affaire Merlano de compra de votos y sexo, respondía con un “vayan a buscar donde pusieron los huevos en las gallinas”.
Arrogancia de estirpe, señor de clubes y figura cimera entre los contratistas del estado colombiano y del distrito de Barranquilla con una rancia tradición en tales lides. Esos quizás fueron sus grandes errores, su triste desiderátum, sometido al escarnio público y mediático de un modo feroz, enfrentado a él mismo –entre la razón y el corazón- en sus instintos de hombre enamorado que empezó; el poder tiene esta peligrosa condición, de perder los escrúpulos en una vorágine de compra de votos, encausado en problemas jurídicos y con la solvencia de la empresa amenazada.
Nada digno para una familia cuyos abolengos burocráticos datan de casi 150 años.
El abolengo Gerlein
Desde el siglo XIX con la llegada del comerciante alemán Eduardo Gerlein Smulders comenzó esta dinastía. Su hijo, Eduardo Gerlein Guell, se posesionó como gobernador del Estado de Bolívar entre el 4 de mayo de 1898 y el 10 de diciembre de ese mismo año, previo a la existencia del departamento del Atlántico. Se casa en primeras nupcias con Amira Comelin Donado, quien le da dos hijos, Julio Eduardo y Enrique Lorenzo Gerlein Comelin.
Según el cura Revollo en sus memorias eclesiásticas aparece Juan Antonio Gerlein en el papel político de prefecto de provincia en la construcción de la casa cural de la iglesia de San Nicolás de 1886 y más específicamente por la construcción de su parque frentero y en los primeros pasos –augurios providenciales para la familia- de la pavimentación moderna. Los desafueros o pasos del citado Juan Gerlein prosiguen y es así como en 1893 preside la Junta de Canalización de la Ciénaga –una que se encontraba entre el caño de la Ahuyama y la iglesia de San Nicolás- terraplenando toda la zoña aledaña a las corrientes de agua, impidiendo el paso de la una a la otra en épocas de creciente del Magdalena provocando inundaciones en las áreas aledañas al mercado y parte baja del centro.
En la citada Junta se encontraban también el alcalde del distrito Rafael Vicente Cajar, Demetrio Dávila y el general conservador Pachito Palacio, actuaciones contra la ecología del sistema acuático en nombre del progreso y la civilización –en realidad, en la inversión inmobiliaria sobre los terrenos “ganados” a las aguas- corroborada, como no!, por el Concejo municipal de Barranquilla por el Acuerdo 23 del 30 de junio de 1893.
A la par con la actividad burocrática administrativa, Juan Gerlein tenía importantes negocios. Uno de ellos era el gran almacén de ultramarinos La Fe, en donde se vendían –como una especie de supertienda de ahora- vinos, encurtidos, alcaparras, aceitunas, jamones, quesos, cristalería, loza, todos importados y cigarrillos –calillas de Ambalema y tabaco del Carmen de Bolívar y las sabanas.
Julio Gerlein fue socio fundador –otra premonición histórica- de la Compañía Colombiana de Bocas de Ceniza, empresa que se proponía canalizar la desembocadura del Río Magdalena para su navegabilidad y de paso construir un terminal portuario en la ciudad. Un proyecto que ha sido obesión desde entonces de esa familia.
Como comerciante quiso diversificar sus actividades, creando, aparte de la marca de cigarrillos La Fe una nueva marca, a la que denominó Ideal. Para efectos de darle amplia difusión, contrató para uno de los primeros jingles publicitarios de Colombia, al cineasta y fotógrafo italiano Floro Manco, estrenando la pieza el 21 de junio de 1918 con un nombre ambiguamente religioso: El Triunfo de la Fe lo que motivó a un sector del conservatismo católico de la ciudad a movilizarse para ver La pretendida producción “religiosa”, pero salieron de allí con una intensa decepción espiritual.
Julio Gerlein Comelin (1902-1986), fue uno de los creadores del Comité Olímpico Colombiano y de la Zona Franca de Barranquilla. Se casó con Mercedes Recio Echeverría. Su hermano Enrique Lorenzo (1904-1990) se casó como Mercedes Echeverría González procreando cuatro hijos: Enrique, Roberto, Julio y Jorge. De estos, Roberto y Julio empezaron a hacer su carrera política a temprana edad bajo la férula de relaciones de su tío Julio, más conocido a nivel familiar como “tío Julito”. Mientras que el resto de la familia continuaba su ascenso económico por medio de la ganadería y la construcción.
Enrique, el mayor, falleció en el 2002. Roberto (1938) sería el que heredaría la casta política de la familia convirtiéndose en senador de la república, el político con mayor permanencia en el poder. Jorge, su hermano, fallecido en el 2016, tenía muy mal carácter producto de sus problemas con el alcohol, atrabiliario, estuvo dando vueltas por la asamblea y la cámara. Todavía se recuerda su sobrenombre “El bulldozer”, pues tenía ningún reparo en derribar con esta maquinaria una casa de un copartidario que le proporcionaba votos a cambio de materiales de construcción si este tenía la desgracia de fallarle en la votación requerida.
Roberto se convertiría en el as de la familia. Culto, letrado, se pudo asociar pese a su militancia política en la dirigencia del partido Conservador, creando un bufete con el abogado, ideólogo e intelectual Antonio Caballero Villa, militante en su juventud bogotana de agrupaciones de izquierda. Su verbo encendido en el congreso, su gesticulación, convirtieron a este abogado javeriano en una de las figuras cimeras del congreso con proyecciones a mediano plazo a la dignatura presidencial. En 1974 fue nombrado en el gobierno de Alfonso López Michelsen gobernador del departamento del Atlántico y en 1982, en el gobierno de Belisario Betancourt fue nombrado Ministro de Desarrollo Económico.
En cambio Julio (1940), Peneco, acumuló poder económico por implementar la financiación de campañas políticas –incluida la de sus hermanos- para luego cobrarse en jugosos contratos de obras públicas, pues había estudiado ingeniería civil constituyendo su empresa insignia Valores y Contratos (Valorcon) desde 1992.
Esta empresa se convirtió, gracias a las relaciones políticas de Roberto y sus influencias en el alto mundo social y político del Atlantico y Bogotá, en una de las preferidas a la hora de entregarle encargos de obras públicas, convirtiéndola en un verdadero mega contratista del estado atendiendo varios frentes de forma simultánea y con uno de sus sellos característicos: la regular calidad de los trabajos encomendados de los cuales hay varios célebres ejemplos pero que por lo pronto citaremos, a nivel histórico, tres de ellos: el puente torcido del estadio Tomas Arrieta que cruza la carrera La María con el inicio de la avenida Murillo Toro, la calzada de la Circunvalar construida hace 4 años –la que en peor estado se encuentra de todas las ampliaciones y que va desde el monumento Ventana al mundo hasta el puente de la circunvalar de la carrera 53 y las criticadas obras en el consorcio de remodelación y adecuación del aeropuerto Ernesto Cortissoz considerado una verdadera “vergüenza” y empanada.
Queda pendiente para la parte segunda, la irrupción de Aida Merlano en su vida personal, política y negocios, sus descalabros administrativos, el ranking de sus obras y el colapso de la APP Navelena en compañía de la cuestionada y corrupta empresa de ingeniería brasileña Odebrecht