El general Jorge Enrique Mora, negociador de los acuerdos de paz en La Habana, se destapa en el explosivo libro Los pecados de la paz y denuncia cómo, según él, el presidente Santos abrió las puertas de la democracia y de las instituciones para la entrada triunfal de las Farc y arrodilló la ética, la moral y la justicia. Estos son algunos apartes del texto.
¿Por qué se quedó hasta el final y firmó si no estaba de acuerdo?
“El razonable reclamo que recibo a diario por no haberme retirado si no estaba de acuerdo tiene una respuesta categórica: sí lo hice y el presidente, los mandos militares y parte de la opinión pública lo saben, porque mis renuncias fueron conocidas y publicitadas. No obstante, mi permanencia y firma del acuerdo hasta el final se debió al argumento, aceptable o no, de que a quien más beneficiaba mi renuncia era a las Farc, que verían el camino despejado –sin la piedra en el zapato– y a quien más perjudicaba era al país, porque causaría un irreparable daño al proceso de paz. Mi salida en ese momento ya no era una opción, al contrario, una obligación moral: permanecer sin claudicar. No pretendo que mi decisión sea compartida, ni la utilizo como justificación a las críticas recibidas y las que habrán de llegar. Pero sí reclamo con entereza que los juicios de valor se sustenten en la verdad, en el conocimiento de los hechos y no en simples especulaciones”.
Santos arrolló la ética, la moral, la justicia…
“Las instrucciones del presidente a De La Calle y a Sergio Jaramillo me planteaban la duda de que pareciera que la prioridad era satisfacer a las Farc en detrimento de los intereses de los colombianos. Ese fue uno de los planteamientos que en repetidas ocasiones presenté en el seno del equipo del gobierno”.
“La política de Santos era lograr la firma de los acuerdos a como diera lugar, y como un tsunami arrolló la ética, la moral, la justicia, la vida y la lucha de tantos años de los colombianos de bien. La paz del presidente Santos terminó en un sofisma de distracción para justificar el terrorismo y el narcotráfico de las Farc”.
“La decisión sobre la participación de Cuba como garante y de Venezuela como acompañante, no tiene interpretación distinta a que el presidente Santos pensó más en los intereses y comodidad de las Farc que en los beneficios nacionales. El tiempo, el sentimiento ciudadano y el mismo proceso demostrarían lo inconveniente y frustrante de dicha determinación”.
“Apenas empezando el proceso me convencí de que uno de los más grandes errores del presidente Santos era permitir que se incluyeran en la mesa todos los problemas del país y hacer a las Farc partícipes de su solución”.
“En su paso por el Ministerio de Defensa, él se atribuyó éxitos que no eran suyos porque el líder es quien toma las decisiones y en el caso de la guerra es el presidente quien lleva el peso de la responsabilidad. Fue el presidente Uribe quien tomó las decisiones difíciles y los soldados y policías los guerreros que lucharon. Cuando el presidente Santos se refiere a su presencia en la política y en el conflicto colombiano, se autocalifica como ‘halcón y paloma’ para acomodar y desdibujar decisiones y acciones de la historia reciente. Se olvidó de sus superiores y de sus subalternos”.
“Para agrado de las Farc y afectación profunda de nuestras instituciones, todo esto aparece fundamentado en la interpretación de la verdad y en el complejo concepto de responsabilidad. Extradición, delitos conexos, participación en las decisiones e instituciones del Estado y garantía de no cárcel por los graves crímenes contra los derechos humanos y el derecho internacional humanitario, fueron un regalo suficientemente atractivo para mantener a las Farc en el proceso”.
“Esta parte final del proceso se convirtió en una feria de halagos y donaciones generosas para las aspiraciones de las Farc. El presidente Santos abrió las puertas de la democracia y de las instituciones para la entrada triunfal de las Farc”.
Santos tenía otros planes
“Yo había iniciado mi participación en un proceso que buscaba facilitar la desmovilización y entrega de las armas de las Farc, garantizar su incorporación al sistema democrático y permitir que participaran en política con la debida seguridad. Desafortunadamente, Santos tenía otros planes, que con certeza había compartido con De La Calle y con Sergio Jaramillo”.
Gobierno obsecuente
“Considero mi responsabilidad develar los pormenores de esta manipulación, desconocida por la mayoría de los colombianos y gran parte de la comunidad internacional, causante de la debacle que hoy estamos padeciendo. En lugar de la desmovilización definitiva de las tradicionales Farc, hoy resurgen tres Farc: las que nunca se desmovilizaron, las que se desmovilizaron y reorganizaron para luego reincidir, y las que conformaron un partido político favorecidas por la interesada generosidad de un gobierno obsecuente”.
Vía Semana