En pocos días, el Congreso completará el primer mes de la legislatura del segundo semestre del año. El balance, al menos para el Gobierno Petro, es pobre. Hasta ahora no se han agilizado las discusiones de las reformas a la salud y a las pensiones en la Cámara y el Senado. Tampoco se radicó la reforma laboral pese a que la ministra del Trabajo, Gloria Inés Ramírez, anunció que la presentaría el pasado 20 de julio.
El ministro del Interior, Luis Fernando Velasco, había señalado que iba a reconstruir la coalición oficialista con el fin de garantizar el éxito de las iniciativas. Pero las mayorías del Congreso giran cada vez más hacia la independencia y nadie sabe qué ruta establecerá la Casa de Nariño para garantizar el apoyo a sus polémicos proyectos.
Velasco no tiene las mayorías para la controvertida reforma a la salud en la plenaria de la Cámara. Tampoco para la reforma pensional, que pasó su primer debate en la Comisión Séptima del Senado y tendrá que sortear la plenaria. La estrategia del Gobierno de buscar los votos de forma individual, y no a través de los partidos políticos, es dispendiosa. No ha dado resultados y puede convertirse en su propio harakiri.
En el Partido Liberal y en La U hay molestia porque el Gobierno ha premiado con burocracia a algunos congresistas, pero eso no quiere decir que haya una decisión de respaldo en las bancadas. Por eso, recientemente, el Gobierno perdió el control en varios escenarios del Congreso, entre ellos la presidencia del Senado, en la que triunfó Iván Name; en la Comisión Primera del Senado, resultó victorioso Germán Blanco; en la Comisión Quinta de la Cámara, se incumplieron los acuerdos y ganó Luis Ramiro Ricardo Buelvas, quien representa a las víctimas. Y se perdió un escenario más espinoso para el presidente Petro: la Comisión de Acusación.
Tomado de Semana