Por: Adriana Ortega Núñez – Administradora de Negocios, Máster en dirección de empresa y, Desarrollo local.
¿No les ha pasado que por momentos se sienten invencibles, con ganas de comerse el mundo sin parar para hacer la digestión? Es la sensación más extraordinaria que se puede experimentar, es como si una fuerza extraña pero sobrenatural se apodera de ti y te lleva a sacar lo mejor que puedes tener, sin saber incluso que lo tenías.
Hay quienes la catalogan gracia, favor, suerte, azar, energía. Yo prefiero llamarlo gracia o suerte divina y decir que es el mejor regalo que nos han podido dar, es algo que cuando eres consiente que lo tienes, sientes que no necesitas nada más en tu vida.
¿Pero qué sucede cuando pierdes de vista todo eso que creías tener?, sientes que todo se voltea, te frustras, sientes que absolutamente todo se vuelve contra ti, no sientes fuerzas, sientes que no eres capaz de avanzar, eres totalmente improductivo, te sientes sin ningún valor que agregar al mundo, sientes que todo el mundo te dice que hacer con tu vida y por más opciones que tengas nada te es suficiente, nada te convence, te sientes sin ningún propósito que cumplir.
En ese estado, creo que se tiende a magnificar cada cosa que ocurre en nuestras vidas. Estamos tan asustado de fracasar y no cumplir con los requisitos mínimos impuestos por la sociedad y no se hace referencia solo en el mal sentido, se habla también de exigencias “necesarias” en cierta medida para despegar. Cuando esto ocurre, de manera arbitraria me atrevo a decir que se entra en un estado de shock por la incertidumbre que trae consigo, ese estado produce ansiedad hasta tal punto de generar un desequilibrio emocional, en el que constantemente se cree que nada es suficiente y que no somos suficientes.
Esta etapa es peligrosa, especialmente cuando no se cuenta con un apoyo sincero por parte de aquellas personas que se encuentran en el entorno. Tal desequilibrio te llena de un bombardeo continuo de pensamientos negativos que van limitando tu vida cada día, llegando al punto de creer que no se tiene forma de salir de él.
Esa sensación de miedo, de timidez, de inacción que crees que has sentido tu solo, es más común de lo que pensamos, pero quizás callamos para no parecer débiles, tontos, dramáticos, “showseros”, llamadores de atención ¡JUM! la empatía es tan necesaria en este tiempo, que aquellas personas que pueden sentirla valen oro.
A pesar de la confusión, dudas, temores, hay etapas en las que se necesita sacar desde lo más profundo de cada uno los sueños, recordar sonrisas y recordar que cuando se iniciaron otros procesos de tu vida, eras imparable por aquella extraña razón que se menciona al principio. Creo que es importante volver al origen de esa fuerza, de ese poder, de ese favor, de esa suerte o de esa gracia.
Después de muchas experiencias, hablo en primera persona, no ha existido nada más satisfactorio, pleno, saciable que sentir la compañía de ese ser extraordinario que lleva a sacar lo mejor de ti.
Sé que muchas personas estamos pasando por momentos difíciles, no tengas miedo de hablar, de expresarte, de alzar la mano y pedir ayuda, de enviar un mensaje. NO eres débil, solo necesitamos recordar cada día de nuestras vidas que tenemos la compañía del dueño de todo, que al final nos da el regalo inmerecido que no sustenta cada día.
Quiero ser empática, porque incluso en muchos momentos he deseado que lo sean conmigo, quiero ser empática, porque cuando lo han sido conmigo se puede sentir que nos quieren y nos aprecian. Quiero ser empática porque aunque no soy fuerte, tengo miedos y dudas, juntos podemos buscar a aquel que los disipa.
Quiero ser empática porque nos necesitamos empáticos y no apáticos.