Por: Guillermo Villalobos Ramos
Los próceres de la independencia actuaron heroicamente. Los que vivimos en la actualidad no los conocimos, pero hemos leído acerca de sus hazañas. Ellos ofrendaron sus vidas por la libertad. Lucharon contra cada dificultad para salvar nuestro Estado. Pero los mártires y la historia fueron olvidados por la sociedad actual. Parece que el sacrificio de Policarpa Salavarrieta (La Pola) y demás héroes, fue en vano; pues obviamente, los descendientes de aquella calaña de dirigentes, mediante todo género de conspiraciones, echaron raíces en el poder.
Y por otro lado, durante varios siglos, el pueblo ha actuado con cobardía por ignorar todo lo concerniente a la turbulenta historia de Colombia.
La profecía de Oseas, 4:6, dice que el pueblo será destruido porque le falta conocimiento. Pero hoy se levanta una nueva generación que la profecía de Joel, 2:2, compara con un ejército de langostas.
Ahora los corruptos de todas las esferas sociales aletean, desesperados, como pájaros atrapados en las jaulas que ellos mismos construyeron.
Un sector mayoritario del pueblo está decepcionado de su clase dirigente. La decepción es la escoba que le dio la vida para barrer lo que no le conviene.
Los gobernantes ejercen su poder a través de cuatro brazos bien definidos, estos son:
Militarismo, religión, economía y política; estas cuatro columnas, en el mismo orden, son:
Guerra, anestesia, pobreza y engaño. Estas cuatro extremidades de la élite no necesitan interpretación, ya que son evidentes.
La guerra tiene muchos apodos: Campal, fría, de trincheras, nuclear, biológica, etc., pero su objetivo específico consiste en matar todo lo que tenga vida, ya sea humana, animal o vegetal. ¿La religión será para que los devotos estén en la presencia de Dios? No, su objetivo reside en mantener al pueblo aletargado.
¿Por medio de la economía los pueblos serán prosperados? No, cada día serán más pobres.
¿La política servirá para gobernar a los pueblos con justicia social? No, porque su único objetivo consiste en robarle las contribuciones a los ciudadanos.
El rey David, en el Salmo 1, lanza la siguiente profecía:
“Bienaventurados los pueblos que no andan en consejo de corruptos,
ni están en camino de delincuentes,
ni en silla de ladrones se ha sentado; sino que en la verdad está su delicia,
y su integridad declaran de día y de noche. Son como árboles plantados junto a corrientes de aguas,
que dan su fruto en su tiempo,
sus hojas no caen;
y todo lo que hacen, prosperará.
No así los corruptos, que son como el tamo que arrebata el viento. Por tanto, no se levantarán los villanos en el juicio, ni los perversos en la comunidad de los justos. Porque Dios conoce el camino de los ecuánimes; pero los perversos, ellos mismos se destruirán entre sí”.
Hace dos mil años, Jesucristo lanzó esta profecía:
“El machete está en su mano para limpiar completamente su cultivo; recogerá su trigo (los justos) en el granero, pero quemará la paja (los corruptos) en el fuego inextinguible” (Mateo 3:12).